Cuando el cristianismo comenzó su expansión, no sólo prometÃa la inmortalidad del alma, algo que en la cultura pagana se daba ya por seguro, sino que garantizaba también la inmortalidad del cuerpo. En definitiva, la cuestión que planteaba la nueva espiritualidad era la siguiente: ¿cómo podÃa el ser humano llegar a ser divino (o santo) sin perder su corporeidad?Los primeros cristianos sostenÃan que si Dios se habÃa hecho hombre y habÃa tomado carne mortal era para que los hombres pudieran llegar a ser Dios. Pero, ¿cómo lograrlo?, ¿cómo divinizarse?, ¿cómo vivir la vida en su forma plena y absoluta? Los monjes de todos los desiertos de la cristiandad -Dionisio el Areopagita, Gregorio el SinaÃta, IsaÃas el Anacoreta o MarÃa Egipciaca entre muchos otros- idearon una enseñanza y un método a través de los cuales el hombre podrÃa realizar ese ideal, verlo culminado mediante el ejercicio de una práctica que aún sobrevive. Basada en la concentración, esta técnica consiste en la repetición incesante del nombre divino, mediante un uso adecuado de la respiración y el empleo opcional de determinadas posiciones del cuerpo. Se ha llegado a comparar este método de paz e iluminación con el arte de realización espiritual oriental, dándole el nombre de yoga o zen cristianos. Eremitas trata de cómo nace esta práctica, cuál es su historia y cómo se ejecuta.
