Juan Pablo II ha recorrido de nuevo los caminos de África en visita pastoral a Nigeria, Benin, Gabón y Guinea Ecuatorial. Enarbolando su bordón de peregrino, que es la cruz de Cristo, ha visitado las ciudades de Lagos, Onitsha, Kaduna, Ibadán, Cotonú, Libreville, Malabo y Bata. Estas dos últimas en tierras que fueron de España y donde numerosos misioneros y misioneras españoles plantaron la Iglesia con generoso apostolado y no pocos sufrimientos. Este último viaje apostólico del peregrino de Roma por tierras africanas ha adquirido dimensiones planetarias, como los que realizó anteriormente por otras rutas del mundo. Las enseñanzas y orientaciones que el Papa ha propuesto en su catequesis itinerante van dirigidas a todo el pueblo de Dios, a toda la humanidad. Sus palabras de Pastor y Profeta, llenas de luz, crean ambiente de paz, señalan comportamientos de vida y siembran esperanza en todos los corazones. Hay que saber sintonizar con esta onda fina y vibrante, seguir la corriente de este caudaloso río de vida, entrar en las coordenadas de esta gran obra de renovación eclesial. Evangelizador de África, evangelizador del mundo. Sólo en clave de evangelización ―evangelización apasionada, a lo San Pablo, es decir, llena de profundo y desbordante amor por la Iglesia y la doctrina de Cristo― se puede entender la maravillosa aventura apostólica del Papa Wojtyla por los caminos del mundo.
