Para comenzar, voy a pedirte perdón por tratarte de tú a lo largo de estas páginas. Es un riesgo tremendo el que corro. Si eres un feligrés mÃo, no te pido perdón, porque nos conocemos. Pero podrÃas ser el Papa, o el duque de Alba, y yo nunca tratarÃa de tú al duque de Alba ni me dirigirÃa al Santo Padre con un tÃtulo menos solemne que el de «Santidad». Por tanto, en caso de que me estén leyendo el Papa, el duque de Alba, mi obispo o cualquier persona que pudiera sentirse ofendida por el tuteo, ahà quedan mis disculpas, que nunca están de más en un libro sobre la confesión.
