AA.VV
Érase un emperador muy presumido. TenÃa un traje para cada hora del dÃa y pasaba mucho tiempo mirándose y remirándose en todos los espejos de su magnÃfico palacio. Los armarios y roperos estaban llenos y nunca se cansaba de probarse trajes nuevos. Pero un dia llegaron a la ciudad dos farsantes que se hacÃan pasar por tejedores...