El autor extremeño nos sorprende con una colección de relatos extraños, como dice el Prólogo de Otto Lecmar, y aunque La ciudad gris la componen ocho relatos en su configuración inicial, tal y como los compendió el autor, por tener todos ellos algún nexo común que los ataba entre sí. Sin embargo, falta un relato publicado fuera de este volumen y en su lugar, para dar más cuerpo al libro se incorpora una novela, corta y negra: Paisajes de ceniza. En estos relatos oscuros nos encontramos tiernos personajes surrealistas, pero también suicidas, asesinos que no saben que lo son, historias de individuos cuya percepción de lo que llamamos realidad está trocada por otra más interesante a la literatura, pero no por eso menos cierta. En la mayoría atemporalidad y desubicación, eso es lo primero que se nos ocurre, pero quizá sea el presente más absoluto. Los fantasmas narrados son los fantasmas de una sociedad a veces cansada de representarse a sí misma, otras veces cansada de acumular tanta basura subterránea. La posmodernidad es negra, ¿qué otra cosa cabe dada la situación?
