El impacto de la obra de Goya y en particular de los Caprichos (1799) en el arte francés del siglo XIX fue inmenso, duradero y polifacético. Mientras que en España se asociaba a Goya con su producción como pintor de corte, en Francia se le conocía como el autor de los Caprichos, interpretados por los románticos como una sátira de los últimos años del siglo XVIII español. Sin embargo, esta visión pasaba por alto el hecho de que la verdadera modernidad de la obra de Goya radica en su universalidad: como un espejo en el que se refleja la esencia de la humanidad, libre de patriotismo. Lo mismo cabe afirmar también de los monstruos y las brujas, que no son más que reflejos deformados del ser humano. Podría decirse que fue una influencia mutua: Goya contribuyó a modelar el arte romántico francés —y, de paso, los comienzos del arte moderno— y los románticos a su vez modelaron su imagen crítica. Este estudio pone en tela de juicio la interpretación establecida del artista aragonés que ha dominado hasta hace poco la bibliografía partiendo de unos estereotipos románticos que, en muchos casos, se han perpetuado hasta la actualidad.
